mail

fareracalaciana@gmail.com

jueves, 27 de febrero de 2020

Juan José Rodriguez Calaza. ABC,27 de febrero de 2020

Aumenta la superficie verde del planeta

«Los últimos incendios en la Amazonia y Australia han servido de caja de resonancia a los catastrofistas profesionales. Ocultan los datos fundamentales: la superficie verde del planeta aumenta imparablemente»


Probablemente, una de las razones del escepticismo de parte de la opinión pública, relativamente bien informada, respecto al cambio climático se asienta en las numerosas inexactitudes, cuando no falsedades, que emanan de círculos ecológicos o medioambientalistas sin el mínimo reparo en exagerar la realidad del calentamiento global. Énfasis catastrofista que acaba creando anticuerpos de rechazo en el tejido social. Pero también hay que tener en cuenta la ignorancia de articulistas y políticos que opinan sin ton ni son de lo que ignoran. El presidente Macron llegó a tuitear, durante los incendios que sufrió en 2019 Amazonia, que estaba amenazado «el pulmón de la Tierra» por su contribución en oxígeno. En alguna prensa, reputada seria, hemos llegado a leer «20 por
 ciento del oxígeno mundial». Dejando de lado que hubo más incendios (en periodo de tiempo comparable) durante las presidencias de Lula y de Dilma Rousseff que en la de Bolsonaro, afirmaciones como las de Macron, o de ciertos periódicos y cadenas de televisión, son científicamente falsas. Un bosque en equilibrio (bosque natural «virgen») cuya biomasa no crece, en el que hay tantos árboles que nacen como otros tantos que mueren no libera oxígeno en términos netos: globalmente, en la media del planeta, la concentración de oxigeno no aumenta.
Sí es cierto que las tierras de cultivo que substituyen a los bosques después de los incendios almacenan menos CO2. No obstante, observaciones por satélite muestran que la utilización humana de las tierras los últimos veinte años ha aumentado ligeramente el albedo de la superficie terrestre, es decir, la parte de luz que reenvía a la atmósfera (onda larga, infrarrojos) contribuyendo al enfriamiento del planeta. Cuanto más aumenta el albedo menos calor solar es absorbido por la superficie terrestre dominando al ciclo del agua y la deforestación que tienen un efecto de calentamiento en latitudes tropicales o subtropicales. Hay dudas, sin embargo, frecuentes en climatología, respecto al resultado neto toda vez que la superficie boscosa se extiende fundamentalmente en latitudes medias y altas, con nevadas estacionales, que disminuye el albedo.
La selva del Amazonas siempre ha ardido, antes más que ahora. El 23 de agosto de 2010 hubo 148.946 incendios en la región amazónica. Aquel verano austral fue el peor del siglo en cuanto al fuego, superando al del año pasado. En cualquier caso, la superficie arbórea del planeta crece imparablemente. El ligero aumento de la temperatura media estimada del planeta es compatible, al menos de momento, con progresión de todos los índices de bienestar incluida la calidad del entorno medioambiental y la extensión de biomasa vegetal (bosques y plantas nutritivas, superficie folicular) en los últimos treinta y cinco años. A vista de satélite la superficie de la Tierra reverdece (green leaf area) por fotosíntesis favorecida por la concentración de CO2 y el ligero calentamiento. Si nos limitamos a árboles de más de cinco metros de altura, un articulo de «Nature» constata que la cobertura arbórea (tree cover) creció 7 por ciento (2,24 millones de kilómetros cuadrados) entre 1982 y 2016. Como referencia, la superficie española es de 500.000 kilómetros cuadrados el 40 por ciento ocupada por bosques (segundo país de Europa) En total, la España verde, añadiendo cultivos, se extiende por el 55 por ciento del territorio nacional (el 5,5 está urbanizado). El número de incendios incrementa con la extensión de bosques, pero la superficie quemada disminuye. Las observaciones por satélite muestran una bajada significativa, 1 por ciento anual entre 1996-2012 en media planetaria. Respecto al tan mediatizado incendio de Australia si bien es cierto que la sequía en 2019-2020 ha sido notable, en 1974-1975 una catástrofe cuatro veces peor arrasó la superficie equivalente a casi dos veces España. De hecho, en Australia la superficie quemada disminuyó 5 por ciento anualmente entre 1991-2015. También es cierto que los ecologistas impiden desbrozar los bosques para preservar la biodiversidad, recientemente los incendios tienden a aumentar.
Los datos no se compadecen con la propaganda catastrofista, desmentida por los hechos: el planeta reverdece a vista de satélite. En realidad, el peor enemigo de los bosques no son los incendios, sino las plagas. La peor plaga, la de ONG y ecologistas mercenarios. Ecologistas somos todos pero no todos vivimos, y a veces muy bien, de ello.
=================================================
Juan José R. Calaza es economista y matemático

No hay comentarios:

Publicar un comentario