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miércoles, 22 de enero de 2020

Juan José Rodriguez Calaza. ABC, 22 de enero de 2020

Juan Carlos Savater: misterio, permanencia y respeto

El pintor exhibe, hasta el 6 de marzo, «12 amaneceres» en la galería Leandro Navarro de Madrid


Lo diré de una vez por todas: a Juan Carlos Savater la praxis mística y la belleza del mundo han tentado por igual. Y de esa simbiosis nace obra sutil y única en la que influencias de magisterios varios avalan su hondo aliento pictórico. ¿Quiénes son los maestros? Clásicamente, los de siempre, los de todo pintor que se precie y no se jacte de ser ignaro adscrito pretenciosamente al arte conceptual. Específicamente, Adam Elsheimer y Carlos de Haes, innovadores paisajistas. No obstante, en Savater las influencias bien asimiladas, y la inspiración propiamente suya, van por épocas en las que el poso decantado proviene de muy diversos manantiales. De ahí su riquísima polisemia y suntuosos matices. Y tanto es así que late asimismo poderoso el simbolismo báltico con ecos cósmicos de nórdicos y eslavos, sin excluir a Paul Delvaux, de surrealismo ingrávido, y Balthus deslastrado de erotismo.

Para esta serie tuvo Savater la fortuna de contar con dos modelos de excepción –niñas gemelas, alumnas del artista y bailarinas por vocación– que el pintor entrelaza en dificilísimos combates apasionadamente evocadores –más espirituales que físicos–, auténtico reto técnico para un pintor sin que por ello sean las protagonistas principales de las tablas para las que posan pues en todas domina la pura e indisociable unidad en la que no se jerarquizan los elementos constitutivos de la composición integral.

Curiosamente, sin que haya llamado la atención a la crítica, se observa en los paisajes de Savater una temática prerrafaelita alevemente semejante a la de la Inglaterra idílica del siglo XIX. Me arriesgo a señalarlo habida cuenta que se me antoja crucial para entender su pintura. Sin embargo, mientras que en las composiciones inglesas domina el ilusionismo virtuoso, minucioso y falso de un bucolismo incontaminado, en Juan Carlos asistimos al derrumbamiento de un mundo y a la tensión del combate entre lo bueno y lo perfecto. Savater, preservando el contexto de fondo de los prerrafaelitas, renuncia a trampear con la imagen engañosa bien sea por medio de añosas ruinas que hablan del fracaso de la Historia y el intrínseco desamparo del ser humano o del combate cainita de la especie, antiguo símbolo bíblico que aún habita entre nosotros, reflejado en la lucha entre dos hermanas, por supuesto gemelas como el bien y el mal.
Con estos mimbres teje Juan Carlos obra ungida por el misterio. Que tiene, con toda la razón del mundo, vocación de permanencia y asombra por su respeto a la vieja y buena Naturaleza de toda la vida, humana, contradictoria y panteística. Sí, a contracorriente de modas, la obra de Savater permanecerá.
Juan Carlos Savater es asceta viril y espiritual, artesano adusto y sencillo que desliza pinceladas pautado por la cadencia suave del discurrir de riachuelos aldeanos, eternos, auténticos. Quien haya contemplado la obra pictórica de Juan Carlos la echará de menos como a las mariposas, tan ausentes ahora, que en la infancia atravesaban el salón de casa. Los cuadros de Juan Carlos imponen una experiencia que no se puede sufrir impunemente. Deja huella. Su obra, ya digo, tiene vocación de permanencia engarzándose en el murmullo antiguo de una voz familiar que nos tutea con aspereza y confianza. Son obras luminosas y firmes que cercan al espectador cómplice en un laberinto de rocas, boj, laurel y flores frescas del que no querrá salir nunca. Porque la única libertad del ser humano es escoger la propia prisión.
Juan Carlos es un profeta que se alimenta de miel silvestre y colores bien acordados y predica a rugidos la verdad del arte azotando sin piedad a los mercaderes del templo. Su rostro no porta máscara y su pintura tampoco. Y cuando desde el arcano de su sabiduría se desembaraza del hermetismo, el espectador siente que la única felicidad tentadora es la del cielo y árboles que nos cobijan y amparan en nuestro desvalimiento definitivo.

«Puertas del Edén» (2019), óleo sobre madera de Juan Carlos Savater
«Puertas del Edén» (2019), óleo sobre madera de Juan Carlos Savater - JOAQUÍN CORTES