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jueves, 31 de enero de 2019

Juan José R. Calaza ABC 31 de enero 2019 Homúnculos

TRIBUNA ABIERTA

Homúnculos

«Es difícil encontrar político más insignificante y con menos dotes intelectuales al tiempo que más inmaduro que Junqueras»

Hace tantos años que ya no recuerdo a cuál de los siguientes neologismos di, con cierto éxito mediático, cuño e impronta: necionalista, nazionalista, nacionalitarista. No me arrepiento de haber contribuido a la «crispación» política -como me reprochó un pelagatos de la izquierda lerda-, sabedor de que el peor insulto que podían escupirle a una persona en algunas regiones de la periferia, a veces preludio de asesinato, era español. Con estos antecedentes, propongo hoy homúnculo/homunculus al ser término muy gráfico y descriptivo respecto a los urdidores de la fraudulenta chapuza del así llamado procés. Chapuza imposible de cohonestar por mucho que gasten en indisimulada y costosa propaganda avalada, por ejemplo, por el PEN Club en el «NYT».
De diez millones de palabras que estimativamente hay en los Newton Papers, un millón tratan de alquimia. Por extraño que parezca a ojos de la ciencia actual, Newton -el físico más genial que ha habido, junto con Maxwell y Heisenberg- dedicó casi la mitad de su vida a buscar la piedra filosofal, grial de las ciencias ocultas. Inquietamente culto y adinerado, Keynes adquirió, en varias subastas, prácticamente la mitad de los manuscritos alquímicos de Newton y los estudió antes de donarlos al fondo de la Universidad de Cambridge, alma mater de ambos.
Informándome en Keynes, seguí a tientas la senda de Newton, aunque más lúdicamente que él, y encontré mi modesta piedra filosofal en «De homunculis» (circa 1529-1532), atribuido a Paracelso. Si bien el descubrimiento no me permitió transformar la paja en grano ni la arena en oro, me enriqueció como para entender un poco más, nunca es suficiente, de dónde proviene la admiración acrítica de la masa estabulada y espesa del independentismo catalán a unos líderes tradicionalmente tan mediocres -ambiciosos o masoquistas, no sabría decir- que llevan cien años de derrota en derrota. No obstante, lo verdaderamente desconcertante, lo que provoca casi conmiseración y una especie de interpuesta vergüenza ajena -«Íbamos de farol», dijo implorando clemencia la golpista escapada a St. Andrews- es que se cumple tercamente el aforismo de Monterroso: «Los enanos se reconocen entre ellos».
Homunculus/homúnculo es un ser mítico, hombrecillo o humanoide creado artificialmente en laboratorio (a partir de esperma y estiércol de caballo, por ejemplo), intento imperfecto e inacabado de ser humano. Ocurre que no es inapropiada metáfora plantear que la ingeniería social educativa, administrativa y mediática del independentismo catalán cree, artificiosamente al modo de los alquimistas, abundosas cohortes de homúnculos/ homunculi políticos en laboratorios ideológicos con el dinero que España, dicen, les roba. A veces la experimentación fracasa y, pasado el tiempo, los más maduros intelectualmente se escapan de entre las cerradas mallas de los alquimistas independentistas. Ciertamente, romper mentalmente el eslabón que aherroja los jóvenes al nacionalismo tiene mérito habida cuenta que más del sesenta por ciento del profesorado de secundaria se considera republicano y separatista.
Cuando le comuniqué el descubrimiento de mi piedra filosofal semántica -y el interés de la alegórica metáfora que enlaza los homúnculos con los enanos de Monterroso y las embridadas masas independentistas-, Fernando Savater confirmó que Goethe, en su maldad, hace aparecer un homúnculo en la segunda parte de «Fausto». Sin embargo, el descubrimiento hubiera resultado de poca utilidad si no me hubiese dado de bruces, por así decir, con unas encuestas que presentaban a Junqueras como el político más valorado por los independentistas. No me quedó adarme de duda: la masa social independentista catalana está formada por homúnculos políticos. Preciso, en breve acotación, que «hombre», cuando se refiere a la especie, es de género epiceno, indicando tanto el macho de la especie humana como la hembra. En consecuencia, los homúnculos pueden ser mujeres. Que se lo pregunten a Carme Forcadell, que iba matoneando Parlament adelante hasta que el Estado le paró los diminutos pies de homúnculo. Los cuatro.
Y es que Junqueras es paradigmático como homúnculo de malograda hombría. Resulta difícil encontrar hombrecillo político más insignificante, con menos dotes intelectuales al tiempo que más inmaduro. Tanto que impregna su gestualidad de lloriqueos adolescentes, pamplinas melodramáticas y teatralización de un heroísmo del que carece («Me clavo en el pecho la espada que ya no me servirá para combatir», escribió desde Estremera en plan guionista de una de romanos). Esto es, puro victimismo infantiloide y lacrimal interpretado para un público de homúnculos en consonancia.
¿Cómo hemos llegado aquí? ¿Cómo los homunculi catalani se han engallado hasta desafiar a la nación más antigua y heroica de Europa? La respuesta es doble. 1. Los homúnculos se reconocen entre ellos. 2 Por el ocaso del Estado español en Cataluña. Es sabido, cuando el Sol está en el ocaso un enano proyecta tanta sombra como un gigante.
Juan José R. Calaza es Economista y matemático

miércoles, 16 de enero de 2019

Juan José R. Calaza ABC 15 de enero 2019 Primera discontinuidad en la historia.

Primera discontinuidad en la historia


«No hay adquisición humana que sea firme»
José Ortega y Gasset (Meditación de la técnica)
EN la segunda cumbre mundial Edición del Genoma Humano (Hong Kong, 27-29, 11, 2018) el anuncio del biólogo chino He Jiankui rompió un tabú allende cuestiones de protocolo científico no respetado y violaciones de códigos y de las propias leyes chinas. La modificación del genoma de gemelas (fecundación «in vitro» a partir de embriones modificados antes de implantarlos en el útero materno) no tuvo por finalidad curar una enfermedad -eventual contagio de VIH, pretexto humanitario- sino manipular ADN (inyectando una proteína Crispr-Cas9 encargada de modificar un gen) para mejorar la especie puesto que las modificaciones que impiden el contagio podrán transmitirse a la descendencia. Desgraciadamente, lo que eventualmente se mejora por una parte puede empeorar por otra habida cuenta que los efectos globales de una manipulación específica son impredecibles dada la complejidad combinatoria que subyace en la modificación del genoma. Por ello, la comunidad científica internacional y las autoridades chinas condenaron sin ambages la irresponsabilidad del experimento al sentar gravísimo precedente.
De Hegel a Fukuyama y de Marx a Yuval Noah Harari -sin olvidar al gran Assimov y su saga «Foundation»- la cartografía de senderos que permiten transitar distintas corrientes del pensamiento respecto al devenir de nuestra especie es densa pero sujeta a contingencia: nadie puede predecir el futuro. Los resultados obtenidos por He Jiankui, tanto si se confirman científicamente como si se rechazan, quizás no añadan nada nuevo a lo sabido siendo simplemente la inquietante cima de un iceberg colosal: antes de cien años se producirá la primera discontinuidad radical en la Historia. Y no solamente a causa de modificaciones del genoma. Nadie puede predecir si será perversa o virtuosa, pero incluso en este caso será discontinuidad.
Debe quedar claro que la discontinuidad a la que me refiero es radical, absoluta, nada que ver con precedentes intentos de filiar discontinuidades históricas. Así, Michel Foucault, en Les mots et les choses, 1966, señaló dos grandes discontinuidades en la cultura occidental. La que inaugura el clasicismo, mediados del siglo XVII, y la que principia en el XIX, umbral de la modernidad. El análisis de Foucault, más arqueológico que histórico, no carece de pertinencia en relación a las ciencias humanas, pero no alcanza a explicar el núcleo duro de la discontinuidad total, hasta el punto de afectar a la propia naturaleza del ser humano, que está eclosionando asentada sólidamente en la ciencia y alta tecnología.
Todo lo que hemos conocido hasta ahora -por muy disruptivas que hayan sido las nuevas tecnologías y virtuoso el progreso técnico, por violentas que fuesen las invasiones y letales las epidemias en el pasado, por impactantes que resultasen los efectos del cambio climático- no tiene nada que ver, comparativamente, con lo que aflora en el horizonte de la temporalidad deslizante. La Humanidad -con sobresaltos, progresos, retrocesos, caídas y ascensos- ha vivido hasta la fecha un decurso relativamente ascendente y lineal -el fuego, la agricultura, el cuchillo, el carro, el cuero, la sartén, los tejidos, el horno, las escaleras, la escritura se utilizan desde hace miles de años y siguen entre nosotros- adaptándose parsimoniosamente en el largo plazo aunque los eventos históricos puedan dar la impresión, contemplados en su inmediatez, de cambios súbitos, repentinos, violentos. Que lo fueron pero sin provocar una discontinuidad.
La convergencia en marcha y exponencial desarrollo futuro de biotecnologías e ingeniería genética, los avances en teleportación cuántica, nanotecnologías, neurociencias y cableado cerebral, nuevos materiales, inteligencia artificial, robótica, capacidad de cálculo y tratamiento Big Data mediante el ordenador cuántico, harán que la relación del ser humano con su entorno físico y social sea radical y cualitativamente distinta que en el pasado. Obsérvese que, vía el principio de superposición de ondas, la mecánica cuántica -la revolución teórica más radical de todos los tiempos- produjo una discontinuidad en la forma de entender el mundo pero no en la forma de habitarlo. Y esto es lo sustantivo porque lo propio del ser humano es habitar el mundo. Habitar humanamente equivale a modificar el mundo natural para crear un mundo propio a Homo sapiens (HS). Desde un principio, esa modificación el ser humano la emprendió mediante la técnica y la magia/religión.
HS en el mundo toma a cargo conscientemente y estratégicamente su sobrevivencia. Sin embargo, la carga resulta vitalmente pesada de soportar. En esas circunstancias, la técnica y la religión constituyen el conjunto de medios que facilitan un relativo deslastre del peso de vivir. Desde el origen de HS, técnica y religión hay que entenderlas como facilitadoras de la existencia (Michel Puech dixit). La técnica representa una facilitación práctica, o «eficaz», al tiempo que la religión es una facilitación simbólica.
HS surgió en grupo, orando y con un cuchillo de pedernal en la mano, apoyándose en tres pilares que lo elevaron por encima del mundo animal: la sociabilidad, la religión y la técnica. La sociabilidad fue condición necesaria aunque no suficiente del lenguaje; la religión (magia en los primeros balbuceos) le proporcionó una simbología espiritual poderosa para facilitar su inexplicable existencia; la técnica le permitió relajar la constricción material.
Se atribuye a Benjamín Franklin la restrictiva definición de hombre como tool-making animal (animal que fabrica herramientas): olvidó la religión y la sociabilidad.
Si bien técnica y religión acompañan al ser humano desde su origen, la ciencia es relativamente reciente. Sin entrar en la diferencia entre técnica y tecnología, que la hay, es crucial la diferencia entre técnica y ciencia. La técnica intenta el confort del HS en el mundo; la ciencia busca el poder sobre el mundo. No es la técnica lo que nos llevó a la ciencia sino la religión en su afán por explicar las grandes cuestiones que ignoramos. La técnica nos ayuda a vivir incurriendo en el coste de herir a la Naturaleza. La ciencia nos hará omnipotentes, casi dioses, o nos destruirá: en uno u otro caso se producirá una discontinuidad en la Historia. Incluso es posible que después de la omnipotencia llegue la destrucción.
Indeseables modificaciones genéticas ponen en peligro el futuro de la Humanidad. Bien sea por errores de modificaciones con resultados monstruosos o por emulación entre países, o poderosas organizaciones, en aras de dominar a los adversarios/enemigos con humanos genéticamente modificados. La experiencia lo enseña, por las ventanas abiertas pueden entrar amantes o asesinos aunque estos adopten la forma metafórica de Homo deus popularizado por Yuval Noah Harari. Es esta una eventual forma de discontinuidad, una entre tantas otras que apuntan en el horizonte de la Humanidad.
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Juan José R. Calaza es matemático y economista