TRIBUNA ABIERTA
El problema andaluz
«Siendo los datos en Andalucía
devastadores -del paro a PISA, pasando por el déficit en pensiones- con todo,
no son lo peor»
Juan José R. Calaza
Actualizado:
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Hace más de
treinta años, en el PSOE prometieron convertir Andalucía en la California
europea. A día de hoy, la única similitud que veo es que el Palmar de Troya
recuerda vagamente a la Familia Manson. Confieso que me cuesta entender la
sociedad andaluza (no a los andaluces personalmente), tan paradójica es
Andalucía. Sobrada de recursos humanos, culturales y naturales, a veces semeja
el tercer mundo puro y duro. Sobre todo, duro. Gracias a personajes como
Cañamero, Bódalo o Sánchez-Gordillo que promueven un sindicalismo propio de
Chiapas. Pero más paradójico es que los andaluces desean, al parecer, cambio
político sin retirarle al PSOE la preeminencia de partido mayoritario, a pesar
de su confirmado radicalismo gestual y bananero en creciente competencia con el
de Podemos. Tampoco hay que extrañarse excesivamente: por las venas andaluzas
corre no poca sangre británica, siempre propensa a la extravagancia simpática.
Ya en el manual matrimonial del reverendo E. J. Hardy («How to be Happy Though Married»,
1885) se podía leer que al preguntar el oficiante a un rudo leñador si tomaba
por esposa a fulanita, contestó «Sí, quiero, pero preferiría a su hermana».
Muchos votantes (¿debo añadir «y votantas», Dr. Sánchez?) van a casarse con
Susana Díaz prefiriendo a Inés Arrimadas. Y yo.
Siguiendo con
las paradojas, en La Coruña, gobernada por el PSOE en coalición con el BNG,
retiraron la efigie de Millán-Astray. En Algeciras le levantaron estatua a
Almanzor en 2002. Ni Blas Infante se hubiese atrevido a tanto. Lo curioso es
que habiendo sido último bastión árabe-bereber en España, el poso genético
norafricano patrilineal, cromosoma Y, en la población granadina con cuatro
abuelos españoles es solo del 1 por ciento (más del 20 por ciento en Galicia y
Baleares). Sorprendentemente, la sierra de Grazalema, rodeada de clima
mediterráneo, registra el índice de pluviosidad más elevado de España. Guinda
del pastel: el cambio de sexo es gratuito, pero no las intervenciones dentales.
Quede claro
que ninguna culpa tiene el buen y bello pueblo andaluz -nuestra mejor sangre
española, esa inteligencia caliente- de la mala imagen que a veces refleja
Andalucía. Antes bien, es tan extensa la nómina de inmarcesibles genios
andaluces que tendrían que pasar doscientas generaciones bajo gobierno
socialista para arrumbar, en el olvido profundo, el prestigio de Andalucía. Así
las cosas, encoge el corazón observar la impronta profunda de la gestión
peronista del PSOE durante décadas. En Andalucía el PSOE nunca ha gobernado con
hechos tangibles dirigidos a toda la población, sino con apuestas clientelares
potenciadas desde Madrid en la sucursal cuando en España también manda el
partido. De California, desde luego, solo han importado el progresismo
tontorrón y resabiado de las minorías oportunistas, especializadas en la
mendicidad institucional.
Me viene a las
mientes en este momento una sangrante chapuza que me llenó de pena y decepción,
permitiéndome entender, sin embargo, el gravísimo daño, quizás irreversible,
que el PSOE ha causado a la sin par región (en todos los sentidos). El premio
Torre de Nerva recayó en el 2010 en Arcadi Espada y se lo retiraron en enero
del 2016. Isidoro Durán -militante del PSOE y concejal de Cultura- expuso varios
motivos para deshonrar al periodista catalán de origen andaluz: «La escritura
de Espada se ha vuelto ofensiva hacia la sociedad en la que vivimos e incurre
en totalitarismos». Los totalitarismos en los que incurrió Espada fueron, según
Durán, los tratamientos periodísticos de «la violencia de género» y «los
nacionalismos periféricos».
Al tener
cabida en el PSOE, con voz y mando, personajes tan siniestros y obtusos,
demagógicos e inquisitoriales como el tal Isidoro, a uno le asalta la sospecha
de que el Partido Socialista se ha convertido en una organización
extremosamente barriobajera, adscrita al peor de los populismos. Si Isidoro
Durán hubiese sido consecuente le hubiese retirado, por machista y falócrata,
todo lo retirable a Rafael Alberti, que dejó escrito en «El toro de la muerte»:
«En La Habana/ Una mulata,/ dos pitones en punta/ bajo la bata». Para ello
Isidoro Durán tendría que haber leído previamente a Alberti, si no fuera mucho
pedir a un concejal de Cultura del PSOE andaluz, habida cuenta que el nivel lo
marcó Carmen Calvo -natural de Cabra- cuando fue consejera del ramo.
¿Qué pensar,
por otra parte, de ese jactancioso, anacrónico e impostado nacionalismo
filomagrebí, al que ni el PSOE le hace ascos, en una españolísima región
agarrada golosamente a las ubres de Madrid y Bruselas? Y es, en cierta medida,
el fracaso estrepitoso de Andalucía como tierra capaz de generar ilusión de
largo plazo lo que provoca generalizada desconfianza en espíritus
auténticamente independientes, curiosos, decididos, arriesgados, emprendedores.
Me pregunto, en fin, qué persona de valía, andaluza o de fuera, puede tomar en
serio -para emprender, investigar o crear- un país teóricamente europeo en el
que confunden Marinaleda con Chiapas y los concejales de Cultura son tan
indoctos como inquisitoriales, al tiempo que se erigen estatuas a Almanzor en
pleno siglo XXI.
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Juan José R.
Calaza es economista
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